A lo largo de nuestra vida empezamos muchos proyectos ­–¿qué sería de nuestros días aquí sin ellos?–, sin embargo, para cruzar la línea de meta en cada propósito, tenemos que pasar por varias etapas que nos van a ayudar a formarnos como individuos. Dentro de cada una de estas etapas, podemos evolucionar y pasar al siguiente nivel o atascarnos en uno de ellos sin poder salir de él; pero también puede darse el caso de que decidamos retroceder para volver a empezar la partida ­­o, simplemente, nos rindamos y abandonemos el juego.

En mi caso, uno de los proyectos más esenciales, y en el que me inicié hace muchos años, es el de la lectura. No sabría vivir sin leer ni tampoco estaría aquí escribiendo si no hubiese sido por las montañas de libros devorados que se acumulan en mis estanterías. La lectura también ha supuesto un gran empujoncito para iniciar y pasar de nivel en otros proyectos de mi vida, además de que me ha ayudado a conformar una parte muy importante de mi personalidad. Sin embargo, he de decir que también me quedé atascada en uno de sus niveles y pasé por mi momento de estancamiento lector.

Sin embargo, con el paso de los años, me he dado cuenta de cómo han ido cambiando los libros que caían en mis manos. Como cualquier niño, empecé con cuentos e historias de hadas y dragones, de piratas y tesoros enterrados o de aventuras y animales que hablaban, y que mi familia me leía antes de irme a dormir. Pasé de nivel y me lancé a leer por mi propia cuenta. Seguían siendo las mismas historias, pero por fin tenía la independencia para leerlas yo sola. Poco a poco, mis lecturas fueron evolucionando y los temas cambiaron –claro, me iba haciendo mayor–, hasta que empecé a acercarme a la sección de literatura juvenil. Con ella, mi habitación comenzó a llenarse de historias de amores imposibles, como vampiros en busca de nuevas presas de las que enamorarse, princesas cansadas de esperar a su príncipe que se convertían en guerreras, alienígenas que eran conquistados por humanos, magos cuyos planes malvados iban más allá de meros hechizos… Gracias a este nivel, comencé un nuevo proyecto: la escritura. Recuerdo que intentaba hacer una mera imitación de las historias que leía, intentaba hablar de amor cuando nunca me había enamorado de verdad –los personajes de libros no cuentan–, sin embargo, fue un nivel de mi vida que me lanzó a acumular todas las historias y pensamientos sobre los que ahora escribo. En este sentido, creo que nunca te tienes que arrepentir de los niveles por los que has pasado o en los que has fracasado; al final, forman parte de ti y de tu historia, te han llevado hasta este momento.

Es curioso cómo todo lo que nos rodea cambia con nosotros, como un reflejo de lo que se cuece en nuestro interior.

Pero, ¿qué libros leo ahora? En la actualidad, mi lectura ha madurado conmigo y me he lanzado con libros que ya no solo me cuentan una historia, sino que me enseñan diferentes formas de ver el mundo e involucrarme en él. Además, también he empezado a fijarme en otros elementos y cada vez soy más exigente con lo que leo, me intereso por la estructura y contenido, por la manera en la que se lleva la historia y por cómo me la presentan. Cualquier libro me ayuda a sacar nuevas ideas para mis escritos, ya sea para su contenido o forma.

De este modo, he decidido elaborar una pequeña lista de los 5 libros que más me han impactado este 2017 para que puedas saber un poco en qué nivel me encuentro, aunque si quieres conocer otras lecturas, te invito a que cotillees mi perfil de Goodreads –si te gusta leer, es una App que te recomiendo.

  1. Plataforma, de Michel Houellebecq

Michel, parisino de cuarenta años, es funcionario en un ministerio. Apocado y apático, está aburrido de todo y se siente incapaz de experimentar ninguna emoción. Poco después de la muerte de su padre decide partir: lo esperan unas vacaciones en Tailandia para olvidarse de todo y sumergirse en un paraíso de placer. En el oasis del turismo sexual, Michel vive un encuentro de imprevista intensidad: conoce a Valérie, directiva de Nouvelles Frontières. Ese encuentro será un hecho excepcional para el mundo chato e insensato en el que Michel habita desde hace años, ya que Valérie es capaz de sentir placer, sabe cómo realizar sus deseos y no se siente amenazada por ningún fantasma.

De vuelta en París, cautivado por la vitalidad de Valérie, Michel emprende, junto a ella y un amigo, una aventura empresarial: crean una red mundial de colonias turísticas en las que el sexo se practique libremente, los deseos estén en venta, la prostitución sea una actividad legal. La iniciativa conoce un éxito inmediato. Pero poco después la tragedia se precipita. Vidas aburridas, placeres degenerados, occidentales decepcionados, integristas de toda laya… Todo ello contra el trasfondo de un amor auténtico, absoluto. Una novela que, al poner en su punto de mira el cinismo erótico de la sociedad de consumo, ha conmocionado a Francia. A la mirada gélida de Las partículas elementales o el clima sofocante de Ampliación del campo de batalla se agrega aquí la feroz e inquietante ironía de quien sabe desentrañar, sin piedad, el sinsentido de los negocios humanos.

2. La inmortalidad, de Milan Kundera

A partir del gesto encantador de una mujer de cierta edad, el escritor crea el personaje de Agnes, alrededor de la cual aparecerán su hermana Laura, su marido Paul, y todo nuestro mundo contemporáneo en el que se rinde culto a la tecnología y la imagen. Pero ¿y si el hombre no fuera sino su imagen ?, pregunta otro personaje, Rubens, quien comprueba finalmente que de la más excitante de sus amantes sólo le quedan dos o tres fotografías mentales. Esta novela transforma todos los aspectos del mundo moderno en cuestiones metafísicas. Su forma es polifónica : las aventuras de los personajes imaginarios se mezclan con la historia de dos candidatos a la inmortalidad, Goethe y Bettina von Armin ; la reflexión sobre el nacimiento del homo senti-mentalis en la historia de Europa alterna con las peripecias parisienses del singular profesor Avenarius, para quien el mundo de hoy no sirve sino como objeto de juego. Kundera tiene el don de decir del modo más cristalino lo que a uno le resulta más difícil decirse, y en esta novela alcanza la cima de esta facultad.

3. Dagón y otros cuentos macabros, de H.P. Lovecraft

Los veinte relatos de H. P. Lovecraft (1890-1937) reunidos en este volumen pertenecen a la etapa inicial y más fecunda de su obra narrativa. Poseen, además, el interés complementario de iluminar el nacimiento del fantástico mundo lovecraftiano, poblado por abominaciones cósmicas, dioses olvidados, ritos crueles y sueños abismales. La recopilación ofrece, dentro de su unidad básica, una gran variedad de planteamientos narrativos: la fantasía dunsaniana en “Polaris” o “Los otros dioses”; el relato de horror que participa de la ciencia ficción en “Arthur Jermyn”; las primeras contribuciones a lo que más tarde constituirá el ciclo de los Mitos de Cthulhu en “La ciudad sin nombre” o “El sabueso”, etc.

 

 

4. De qué hablo cuando hablo de escribir, de Haruki Murakami

Haruki Murakami encarna el prototipo de escritor solitario y reservado; se considera extremadamente tímido y siempre ha subrayado que le incomoda hablar de sí mismo, de su vida privada y de su visión del mundo. Sin embargo, el autor ha roto ese silencio para compartir con sus lectores su experiencia como escritor y como lector. A partir de autores como Kafka, Chandler, Dostoievski o Hemingway, Murakami reflexiona sobre la literatura, sobre la imaginación, sobre los premios literarios y sobre la en ocasiones controvertida figura del escritor. Además, aporta ideas y sugerencias para todos los que se han enfrentado en alguna ocasión al reto de escribir: ¿sobre qué escribir?, ¿cómo preparar una trama?, ¿qué hábitos y rituales sigue él mismo? Pero en este texto cercano, lleno de frescura, delicioso y personalísimo, los lectores descubrirán, por encima de todo, cómo es Haruki Murakami: el hombre, la persona, y tendrán un acceso privilegiado al “taller” de uno de los escritores más leídos de nuestro tiempo.

 

5. El amor ese viejo neón, de Karmelo C. Iribarren

La poesía de Karmelo C. Iribarren está teñida de calle y de bar, de amor y soledad, pero sobre todo de noche. Karmelo y su poesía crecieron detrás de una barra, en medio de sus horas de trabajo como camarero, y esa experiencia ha teñido todas sus letras de un aroma a ginebra de garrafa y a madrugada triste. Su poesía traspasa la experiencia para adentrarse en la poesía de lo anodino, de lo descarnado e incluso de la «desexperiencia», de lo que no fue, no se vivió o no se amó.

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