Íbamos en un autobús que parecía que se iba a desmontar en cualquier momento. Cada pocos kilómetros, el motor estallaba en una serie de pequeñas explosiones que nos hacían pensar que, en el siguiente tramo, íbamos a quedarnos tirados en mitad de la carretera. Un extraño ruido metálico, similar al de un montón de herramientas moviéndose de un lado a otro dentro de una caja, llenaba el silencio somnoliento del auto. No podía parar de preguntarme si lograríamos llegar a nuestro destino sin terminar perdiéndonos en mitad de la nada. Mientras tanto, intentaba hacer caso omiso a esos extraños sonidos que inundaban el silencio de la noche, mirando a través de la ventanilla a un paisaje que estaba sumergido en la oscuridad. No había ningún …