El agua del mar se reflejaba en sus ojos color salitre, siendo dos tormentas grises que ningún marinero se atrevía a escrutar. La espuma que chocaba contra la popa, se quedaba atrapada en su espesa y andrajosa barba gris en pequeños copos de nieve. Estaba mordiendo su pipa con gesto nervioso, sin embargo, su mirada retaba a la misma muerte. El viento soplaba fuertemente, haciendo avanzar a la colosal nave a un ritmo muy lento y perforando las ya desgastadas velas blanco roto, las cuales colgaban como una fila de trapos sucios. Los cabos se escapaban de sus nudos, mientras que los marineros rodaban de un lado a otro del barco como barriles de pescado. La tempestad atacaba el frente del enorme navío, al mismo …