Y voy por aquellos lugares que una vez hicimos nuestros, desdibujando cada huella que pisé contigo, borrando los recuerdos que se esconden en forma de polvo entre sus paredes de ladrillo. Paseo por cada uno de sus rincones para demostrarme a mí misma que ya no hay nada entre nosotros, ninguna mota escondida entre alguna cavidad de entre mis costillas. Ya es hora de hacer una limpieza general, de tirar los viejos recuerdos que lo único que hacen es ocupar el espacio de los nuevos que poco a poco empiezo a coleccionar.

Al final, te has convertido en una moda pasajera, pero quién me lo iba a decir, tú que te agarraste con tanta fuerza a esos últimos días de verano, yo que alargué lo máximo posible tus pantalones cortos para durar un invierno más, en un inútil intento de customizarte. Sin embargo, nuestro rojo pasión ya no se lleva.

He repasado cada esquina y cada calle, no me he dejado nada por el camino; por fin he dicho basta y me quiero más que nunca. Le he abierto la puerta a alguien nuevo y ahora camino de la mano a su lado, dibujando en nuevos rincones las sonrisas que tú y yo nos regalábamos antaño. Ya no tengo miedo a sentir lo que tú me hiciste sentir, sé que será diferente pero igual de peligroso, asumo el riesgo.

Llámame tonta, pero todavía sigo pensando que esta vez será la definitiva y que por fin he encontrado a alguien que cada día me regale un nuevo color con el que dibujarnos, con el que colorear los miedos e inseguridades que tú dejaste en mí. Estoy nerviosa, ansiosa por descubrir nuevas calles y rincones de la ciudad. Me imagino que lo pintamos todo a la vez que borro viejas cicatrices, las tuyas, las mías, las de otros. Ya no duelen, aunque sigan allí. Imagino que habrá nuevas, tengo espacio para más. Sin embargo, también sé que merecerán la pena, significarán que estoy más cerca de encontrar a mi compañero de pigmentos, a mi artista.

Leer otros de mis Microrrelatos