¿No crees que tontería más tonta la de encontrarnos hoy aquí, sentados sin hacer nada pero haciéndolo todo a la vez? Conociéndonos, olvidando que ya no sabíamos de antes; con el mismo nudo que aprieta la tripa. Miento. Todavía más grande, porque ya sé qué es aquello que me espera si algún día me atrevo a cruzar tus fronteras. Vuelvo a mentir. No tengo ni puta idea. Y son las mismas ganas las que se me comen y me empujan a llamar a tu puerta. Qué tontos aquí sentados, en silencio y contándonoslo todo. Y cuanto más tiempo estoy aquí sentada, más me aterra saber de ti, de nuestras diferencias, de esas dos líneas que llevan una vida avanzando en paralelo, rozándose sin llegar nunca a cruzarse, a atravesarse lo suficiente. ¿Qué pasaría si lo hiciésemos? ¿Cómo de grande sería la herida cuando el Tiempo y nuestra Cobardía decidiesen separarnos? Seguramente, caeríamos en el mismo ciclo de ir sin quererlo ni saberlo en la misma dirección y cuando ya creyésemos que nuestras heridas estuviesen sanadas y nuestro fuego hecho ceniza, volveríamos a vernos —en otras circunstancias, en otra vida—, con el deseo de volver a conocernos con lo poco que ya nos sabemos, como si necesitásemos una vida llena de pausas para poder asimilarnos sin quemarnos en el intento. 

 

Pero ¿por qué hablo de nosotros? ¿Por qué le pongo voz a tus sentimientos si no sé cuáles son tus intenciones? Solo veo el fuego de tu mirada, y mis cenizas —que en realidad eran ascuas— vuelven a arder con el deseo de ser lamida por tu llama. Se me va la cabeza contigo y no pienso, el nudo se aprieta alrededor de mi cuerpo, ya no solo está en mi estómago, se extiende por todo mi ser, haciéndolo todo más costoso: el respirar, el latir, el pensar. De veras que yo no controlo esto que me pasa, y ojalá fuese capaz de hacerlo y proyectarlo con otra persona. Ojalá no fueras tú porque sé que en tu caricia se esconde la herida, el cuchillo que sin quererlo me rasgará la piel. Pero no puedo evitarlo, no hacer nada con este corazón que me late en las palmas de las manos, como si alguien me lo hubiese sacado para exponerlo como prueba de que todavía late. Porque si no me dejara llevar por este sentimiento, sería dejarme morir sin haber sentido nada más allá de mis posibilidades, no haber cedido a esas fuerzas que solo en contadas ocasiones aparecen y nos superan, incapaces de ser controladas por nadie, todo un ciclón de consecuencias y desastres de escala inimaginable. 

 

Controlar, sabes de sobra que es mi palabra favorita y que tú tienes la habilidad para leer en mí, en esa oscuridad que cubro con capas de piel, el deseo profundo que tengo de dejarme caer en ella. El deseo de abandonarme y que sea otro cuerpo el que me lleve. Que mi salvajismo y mi condición indómita solo es la condición delirante de esta tragicomedia que interpreto, un borrador para una obra que jamás verá la luz y que costará, no obstante, toda una vida de diálogos interrumpidos, tachones y notas al margen. Solo quiero hacerme con el intérprete, no lo quiero ser yo, me he cansado de cargar conmigo misma a cuestas a cada lado que voy. Estoy cansada, siempre ando cansada, como si esta vida fuese demasiado para mí, para entenderla, y solo quiero olvidar a medida que vivo, quedarme con el recuerdo manipulado, con aquello que pudo ser y nunca lo fue, con mis sueños y la imposibilidad de llevarlos a cabo, con este sentimiento que se me pega bajo la piel y me absorbe la energía, arrastrándome hacia dentro, hacia esta inmensidad que me abruma y que me pierde, que terminará cubriéndolo todo.

 

Y con todo, nos quiero ahora, de nuevo, por primera vez. Sin sabernos pero sabiendo todo lo que puede haber. No quiero pensar en el después, ya me lo imagino, y ahora de todos modos me da igual. Tal vez tú y yo solo estemos hechos de instantes fugaces. De marcas de agua que no dejan rastro sobre la piel y que, sin embargo, inundan el alma con su beso. Tal vez tú y yo estemos aquí para el ahora, para respirarnos mientras nos sepamos con vida, para acercarnos y alejarnos con el magnetismo incontrolable de las fuerzas de la naturaleza. Tal vez solo estemos aquí para encontrarnos, hacernos daño, besarnos las heridas y volver a intentarlo.

 

Perfil Elizaveta Porodina

 

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