Solo soy
Solo soy una mancha en la pared, una identidad sin rostro cuyo pensamiento está contenido en una forma incierta.
Soy una sombra cuyos contornos están difuminados, que cambia con la luz del día, siempre en estado de continua persecución –¿quién caza a quién? ¿Quién será la próxima en desaparecer?–, del mismo modo que el humano corre tras el ideal.
Soy una existencia sujeta al margen, clavada en el lienzo que cuelga en el abismo del mundo, que a veces piso cuando intento avanzar.
Soy frontera, tierra hendida, abierta en canal. Mis entrañas se derraman sobre la mesa de disección, expongo a todos mi putrefacción –¿quién mató a quién? ¿Quién fue el primero en caer?–
Soy leche vertida, hueso hecho polvo, brebaje de ilusiones marchitas. Soy el profeta en busca de la tierra prometida, la Antártida sumergida, un barco anclado que fantasea con hundirse en el cielo, tumba de los “astromarineros”, poetas que se quedaron a la deriva.
Soy el sepulcro en el que queda enterrado el grito de muchos, el castillo ambulante que carga con el peso de los sueños y fantasías de unos pocos, todos ellos unos completos locos, cuerdos que creyeron descifrar el enigma.
Solo soy cuerpo, amasijo de carne, venas y aliento, cuya huella es tan o más minúscula que los glóbulos que hinchan el capilar abierto. Ovulo fecundado por los pecados del resto, creencias infestas, orgía pagana plagada de mentiras, plaga corroída, corrosiva saliva que empapa la vulva de la fruta madura.
La bala ha agujereado el panal y me desangro en dulce promesa dorada, lágrimas arranca al resto de la manada. Aúllo para dentro para que nadie escuche el dolor que traspasa mi piel en forma de sudor. Siento el corazón pesado, quizás sea hora de poner punto final a este puto cuento.