Ayer, los fuegos artificiales gritaron un sonoro adiós a la Virgen del Pilar y, entre una nube de explosivos colores, se puso fin a las fiestas. Del mismo modo que empezaron, terminan, en un único y tímido rugido. Pero entre tanto ruido, lo que más se oye es el espíritu de los maños y mañas reunidos una vez más para despedir otras fiestas y esperar con impaciencia a las siguientes.
Toca recoger la ropa de baturro y las largas faldas de las mujeres aragonesas que se visten con orgullo. Por un tiempo, los moños, los cachirulos (esos trozos de tela que no sabes si son rojos a cuadros negros o negros a cuadros rojos) y las botas de vino desaparecerán, preparándose para el año que viene. Habrá que llevar a la tintorería los trajes, hacer recuento de las piezas que habrá que reponer y rezar por que tu hijo no crezca este año y pueda aprovechar el pantalón y la camisa de su hermano una vez más.
Se agotaron las entradas al Parking Norte y a Interpeñas, y se acabó eso de hacer botellón por sus alrededores; habrá que volver a las viejas costumbres de salir por el Casco y el Centro, de reunirse en el Náutico y de ir a bailar a Kenbo o a Point. Se ha silenciado el sonido de sus carpas y han cerrado sus puertas para venir con más fuerza y más ritmo al año que viene.
Nos despedimos de los monitos de colores y de las gafas de luces parpadeantes. Adiós a todas esas casetas artesanales, de chismes y cacharros que solo compras en Pilares y que estos días invadían la Rivera y el Centro. Adiós a todos esos puestos de comida y de dulces que salvaban la noche de mucha gente; ni patatas asadas, ni crêpes saladas ni algodones dulces que compartir con tu pareja, toca dejar descansar al bolsillo y al estómago. Sí, amigos, los Food Trucks encienden motores y siguen su camino… Eso sí, ¡por fin podremos despedirnos de las largas colas!… ¡¿Desde cuándo hay tanta gente en Zaragoza?!
Volvemos a las dietas y a la dura rutina del gimnasio. ¿Todavía no te has apuntado? ¿A qué esperas? ¡Las Navidades están a la vuelta de la esquina! Aunque también es verdad, ya puestos, nos esperamos al año que viene.
Mientras tanto, tendremos que conformarnos con el tiempo que dure el olor de los claveles del manto de la Pilarica y el murmullo lejano que todavía quede entre las callejuelas del Tubo de toda esa gente aragonesa que sabe como disfrutar de unas Fiestas del Pilar al ritmo de una jota.