Ayer, los fuegos artificiales gritaron un sonoro adiós a la Virgen del Pilar y, entre una nube de explosivos colores, se puso fin a las fiestas. Del mismo modo que empezaron, terminan, en un único y tímido rugido. Pero entre tanto ruido, lo que más se oye es el espíritu de los maños y mañas reunidos una vez más para despedir otras fiestas y esperar con impaciencia a las siguientes. Toca recoger la ropa de baturro y las largas faldas de las mujeres aragonesas que se visten con orgullo. Por un tiempo, los moños, los cachirulos (esos trozos de tela que no sabes si son rojos a cuadros negros o negros a cuadros rojos) y las botas de vino desaparecerán, preparándose para el año que …