Has olvidado que el Amor va lento.
Que cala poco a poco, como la lluvia fina. No va de un día para otro. Eso es otra cosa. Capricho, deseo, cualquier emoción que se sacie de forma rápida y alimente nuestra impaciencia.
Has olvidado que el Amor da calor, que no quema. Que lo único que quema es aquello que nos deshace la piel hasta convertir nuestros huesos en ceniza.
Has querido entrar en combustión tan rápido que ni siquiera te dabas cuenta de que te metías en la pira incendiaria equivocada. Pasando de un extremo a otro. De ser hielo a ser fuego. Llamarada intensa que reluce aún con el azul del frío. Directamente quemaste tus abrigos y te paseaste desnuda, dejando lamerte desde dentro por la lengua del fuego.
Ya sé que querías reducirte a carbón. Que querías reducirte hasta desaparecer. Deshacerte de todas las partes que el Amor tocó durante el tiempo que bailó en tu cuerpo.
Querías borrar toda huella de su rastro por tu espalda, por tu garganta seca, por ese corazón traidor que bombeó lo que su deseo marcó. Arrancarte la piel a tiras, ver cómo se fundía hasta llegar al núcleo. Eso querías, ser hueso, convertirte en cadáver. Andar por la ciudad mostrando solo el andamio, la casa vacía. Ser el esqueleto que no necesita ni del músculo, ni de la sangre ni del oxígeno para seguir con vida.
Te volviste pirómana, quemando todo aquello que iba de tu cuerpo hacia dentro. Fantaseabas con el escenario perfecto, el olor de la piel en carne viva, la membrana que se carboniza.
Quisiste ser Nerón y reducir a escombros Roma. Meter en lo más profundo el caballo de madera que consumió a Troya. Quisiste atentar contra tu propio organismo. Ser la larva que pone huevos, el virus que corrompe la sangre hasta consumirla. Quisiste ser terrorista para poner bombas debajo de tus orejas, para que con el ruido de la explosión el mundo quedara en silencio y aturdida la razón. Silenciar el pensamiento y el recuerdo por la boca del cañón, haciendo agujero para que la materia gris se escurriera hacia fuera.
Lo quisiste todo fuera. Incluso a ti misma. Te echaste de tu propio caparazón. Y sentiste el frío de no llevar nada por haberlo perdido todo.
Con este poema he participado en el II Festival de Poesía Joven de Zaragoza: Rasmia!, organizado por Noches de Poemia y Juventud de Zaragoza. Durante estos 3 meses que dura el festival, el Paseo Independencia estará lleno de versos de varios jóvenes zaragozanos.