Me gusta leerte despacio,
como si cada palabra fuese la cuenta atrás de un nuevo comienzo.

Contigo.

Sin ti.

Todavía no lo sé, pero quiero arriesgarme y lanzarme al vacío, al abismo que separa ahora mismo nuestros corazones confundidos.

Tan extraños que dan vueltas entre sí, sin chocarse, queriéndolo hacer, sin atreverse a lanzarse, a salirse de órbita, mas allá del sistema en el que vivimos.

Tan perdida que solo quiero perderme contigo y desaprender lo aprendido.

Tan ausente que, de repente, te encuentro, un completo desconocido que me mira de frente y hace que las palabras vuelen, que cobren vida línea a línea sin que yo pueda detenerle.

Tan inexperta que siento que vuelvo a empezar un juego que todavía no gané, del cual ni si siquiera recuerdo las reglas, aquellas que marcan el ritmo de la partida, que ponen los límites, que establecen las zonas de peligro, todo aquello que está prohibido.

Tan capaz de saltármelas, de hacer todas la trampas del mundo, de jugar sin llegar nunca a la casilla final, sin llegar nunca a arrepentirme de no llegar; por quedarme aquí, a mitad de tablero, con los dados aún por lanzar, aceptando los caprichos y el destino del azar.

Tan incapaz de hacerlo, de encontrarte, de que me encuentres y quieras quedarte conmigo; de empezar de nuevo, de volver cambiarlo todo de sitio, de continuar el juego, de obedecer lo que dictan estos latidos.

Aterrada
Atraída
Asustada
Ansiosa
Acojonada…

…de estar contigo,
de perdernos
y llenar(nos) este vacío.

 

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